lunes, 8 de enero de 2018

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -10-



La anterior entrada finalizaba con la noticia del Sello del Fielato como símbolo de la autoridad municipal, en cuyo tampón podía leerse la inscripción “Fielato de Santa María de Guecho”.

El 12 de abril de 1876 el Ayuntamiento de Getxo contestaba a la compañía del Tranvía de Bilbao a Algorta, de la que D. Juan Amann era concesionario, referente a la sección del mismo que iba desde Las Arenas a Algorta. Solicitaba el consistorio que: “...se proceda a enviar a este Ayuntamiento una copia de las condiciones o convenios firmados entre esa empresa y la Diputación, así como de los cambios realizados en el proyecto...”

La Sanidad, otro de los asuntos que en Getxo se hacía perentorio atender, le llegó la hora en abril de 1876. El consistorio veía que ya iba siendo hora de que nuestro municipio tuviera una Junta de Sanidad, así que decidieron componerla, y para ello enviaron una lista de las personas que podrían formarla al Gobernador Civil. Las personas elegidas fueron: “...El Alcalde como presidente y el Farmacéutico D. Miguel Garcia Salazar; además se propuso una terna de vecinos entre los que se encontraban: D. Antonio Arrigunaga, D. Francisco de Berreteaga, D. José Joaquín Urisabel, D. José Julián Mandaluniz, D. José María Ordeñana, D. Ángel Zavala, D. Saturio Alzaga, D. Francisco de Uriaguereca y D. Manuel de Uriamendi…”

La conducción de cadáveres, que aparecían arrojados por la mar en las peñas, fue otro de los asuntos tratados en abril de ese año. Fue a propuesta del sacristán de Santa María de Getxo D. Justo de Barrenechea: “...es indispensable que en el Campo Santo de la Parroquia de Santa María, exista un ataúd para conducción de los cadáveres que fuesen encontrados en la rivera, y que el Juzgado Municipal ordenara su traslado al cementerio...” En aquel cementerio siempre existió un ataúd para tal menester, pero el mismo estaba ya viejo y roto, por lo que decidieron reponerlo. Según el cura párroco de Santa María D. Juan Bautista Víctor de Ibarra, el campo santo de la parroquia según lo descríbía él: “...la manera con la que se edificó el cementerio, la medida superficial que contiene, queda en el entro para enterrorio público 297 estados y tres pies; y a 12 pies de los extremos de la pared hacia el centro había un espacio destinado para la construcción de urnas particulares...”


A los mendigos, también llamados por algunos lares “Los Huéspedes del Aire”, que al parecer proliferaban por Getxo también les dedicaron su atención, el Gobierno Civil acababa de sacar un edicto a ellos dedicado el día 20 de abril de 1876. Y aunque todos eran hijos de la misma condición “la pobreza más extrema”, a los locales, en cierta forma, les era permitida la postulación, mientras que al resto de los mendigos se les aplicaba en el municipio el siguiente acuerdo: “...que todos los pobres forasteros que se encuentren pidiendo limosna en este pueblo sean conducidos fuera del Pueblo como indica la orden del gobernador. Socorriendo con la cantidad que se estime suficiente, a todos los de este Pueblo, que imploren la caridad, según vienen practicando y es costumbre en la localidad desde antiguo por carecer de casa de beneficencia...”

El 19 de mayo de 1876 una nueva solicitud, esta vez del Comandante de Carabineros de Bermeo, venía a poner el punto de discusión entre cuerpos armados y el consistorio de Getxo. Se trataba de algo tan nimio como una caseta de ese cuerpo, que antes de la llegada de las fuerzas Liberales, y hasta 1872 estuvo situada en Azkorri. Al parecer el cuerpo de carabineros la abandonó ante la llegada del ejercito Carlista en 1874, y hasta entonces la edificación había estado en buen estado, y al estar la zona dominada por dicho ejército, aislada del centro de la población que ocupaban los Liberales, el Ayuntamiento no tuvo oportunidad de cuidar de la misma. Y dicha edificación fue destruida por la fuerzas de D. Carlos.

A pesar de que existía una prohibición municipal para el tránsito de carretas y caballerías por la calle Tetuán (actual Avenida Basagoiti), más concretamente entre Mantequena y Amorotoena, algunas carretas y carricoches se saltaban la normativa, dejando la calle dañada por las llantas de los carros. En junio de 1876 el consistorio colocó unas tablillas, pintadas por D. Castor Igual, indicando la prohibición en las casas de D. Domingo de Aurrecoechea y otra en Iturrieta: “...prohibiendo el transito de todo carro, coche o ganado por dicha calle, bajo la multa de dos pesetas...”


En esas fechas al citar, en los libros de actas, el río que pasa por Romo dirección a Leioa, se le denominaba como una de las calles principales del barrio, entonces de Las Arenas: “...Hallándose desecho y descompuesto por las circunstancias de la guerra que hemos pasado, el puente de madera del río Cresalchu, para paso a Lejona...” La reparación supuso un gran costo, pues las maderas y traviesas estaban esparcidas por las campas cercanas.

El abuso por el precio de venta de las sardinas, en julio de 1876, en el Puerto de Algorta, hizo que el Ayuntamiento interviniera: “...Teniendo conocimiento de que se abusa en el Puerto de Algorta de esta Anteiglesia, en la venta de la sardina fresca, con notable perjuicio a los intereses del público consumidor. Este Ayuntamiento acuerda, que en lo sucesivo con arreglo a uso y costumbres, sea el millar de sardina fresca que por mayor se venda en las lanchas del mismo puerto, de doce cientos el millar, debiendo la apuntadora o lanchero vendedor, publicar el precio bajo de dicha base de doce cientos el millar…, a quienes incumplan esta orden se les castigará con una multa de cinco a quince pesetas, pudiendo presentar denuncia cualquier persona ante la autoridad municipal, si observaba cualquier abuso en el precio de venta...”

En ese mismo mes y año, el día 13, tras haber desaparecido las circunstancias excepcionales de guerra, el Ayuntamiento acordaba reanudar las ferias de Las Arenas, que se habían venido celebrando el 2º y 4º domingo de cada mes. Se trataba de una feria ganadera, para la que el 21 de noviembre de 1811, se implantó la norma de que la compraventa comenzara después de las 10 de la mañana y terminara a las 13 horas. Con dicha normativa trataban de no perturbar el sueño y costumbres de los vecinos.


En la próxima entrada veremos cómo los vecinos celebraban, en el verano de 1876, las fiestas de San Nicolás.

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