jueves, 29 de junio de 2017

LOS OBLATOS DE ROMO



En alguna ocasión he mencionado en mis entradas a los Oblatos de Romo. Fue una comunidad religiosa que estuvo situada en las casas de “Remar”, aproximadamente entre las calles Santa Eugenia, Urkizu y Alonso; se estableció en nuestro barrio en 1.926.

Al parecer la finca adquirida por los frailes Oblatos estuvo situada en el lugar que anteriormente ocupó la “Fabrica de Alfileres” de Emiliano de la Escalera, en una finca entonces denominada “Villa Julita”, entre las fincas de Mathias Romo y Antonia Legorburu. En ella dicho empresario inició la producción de alfileres de latón, hierro y acero en 1906. Era un cobertizo rectangular, de una sola planta, que disponía de un departamento en el que había instalada una cocina y laboratorio.

Recordando datos anteriores y tal como decía en mi entrada del 4 de diciembre del 2011: “...El Convento de los Padres Oblatos fue otro lugar de Romo que ya ha desaparecido.

El convento de los Oblatos fue también lugar de encuentro de los vecinos de Romo y lugar de juego de los niños entre los años 50-60. La finca de los Oblatos tenía el siguiente aspecto: a su entrada, por la calle Santa Eugenia, y a la derecha se encontraba un amplio frontón. En esa misma zona camino hacia la Capilla tenían un campo de fútbol, testigo de encuentros entre vecinos y seminaristas. A la izquierda del camino y tras un amplio arbolado se encontraban lo que pudo ser en su día las cuadras o caballerizas.

En estas cuadras los Oblatos solía celebrar, en una época del año, una tómbola en la que sorteaban diversos objetos y exponían, cual museo, piezas traídas de las misiones, fundamentalmente útiles de los esquimales, dientes de foca, mandíbulas de pez espada, trajes de iñuit, etc. Esta tómbola era muy visitada por todos los vecinos del Barrio, hay que tener en cuenta que en esos tiempos, los lugares de diversión eran escasos, aún no había empezado la tiranía de la televisión.

Entrando por el camino mencionado y al final del mismo, se hallaba una enorme campana, objetivo por las noches de todos los niños del barrio. Era una auténtica odisea el saltar la tapia que hacía el cierre de la finca y tocar la campana, lo que provocaba la ira de los frailes y el regocijo de los niños.

Para dificultar el acceso a los niños, los frailes recibían con mortero cachos de cristales, no obstante esto no era un problema para poder acceder, ya que los niños golpeando con piedras los cristales dejaban el acceso expedito. Tras esa campana estaba el edificio conventual y la capilla, la cual tenia acceso por la entonces calle General Echagúe (Hoy Urkizu)...”

Esta entrada tiene por objeto ampliar la información respecto de esa comunidad religiosa ya desaparecida en nuestro barrio que entonces se llamó “Comunidad religiosa de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada”. Se abrió en lo que hoy es Romo, entonces pertenecía a Las Arenas. Gracias a unos datos que me ha facilitado el “Secretariado de la Provincia Mediterránea” de su central en Madrid podemos saber que : “...La fecha oficial de la inauguración fue el 21 de noviembre de 1926, con el nombre de Casa de Noviciado “La Purísima”. Era el Noviciado, o casa de formación para los aspirantes a la vida religiosa y continuó con esta función hasta 1941.

La finca ya existía antes de la llegada de los Oblatos que la compraron. Se trataba de una granja avícola, con su correspondiente casa. Estaba situada en el barrio de Romo.

La casa no era grande, pero los Oblatos la ampliaron años más tarde. La primera comunidad estuvo formada por el padre Vicente Blanco, Superior y Maestro de novicios, el padre Manuel Muñiz, ecónomo y confesor ordinario, el Hermano Bocos, cocinero y portero además de siete novicios escolásticos y un novicio hermano.

Desde 1926 hasta 1941 fue Noviciado. Desde 1942 a 1959 fue escuela-juniorado (seminario menor). La comunidad continuó hasta que se cerró definitivamente en 1969, trasladándose al año siguiente a una nueva casa en Leioa, tomando en 1974 la responsabilidad de la parroquia de San Bartolomé…”


En el diario bilbaíno “Euzkadi” del 25 de noviembre de 1926 aparecía recogido en su octava pagina la siguiente información: “...Nueva comunidad religiosa. Han fijado su residencia en esta localidad, tomando posesión de su magnífica finca, que hasta ahora ha sido granja avícola, situada en la calle de Santa Eugenia, los reverendos Padres Oblatos de María Inmaculada, cuya comunidad lleva el nombre de Noviciado de la Purísima. El domingo, 21 del actual, tuvo lugar la, bendición de la capilla de la nueva residencia, celebrando la misa el virtuoso Sacerdote D. Manuel de Escauriaza, cura párroco de Nuestra Señora de las Mercedes, durante la cual dio la comunión a !as novicias. Celebrado el santo sacrificio de la misa, hubo exposición privada del Santísimo. Terminó tan conmovedor acto dando a los recién llegados la bienvenida…”


Aunque esta entrada es corta, hasta que consiga nuevos datos, sirva para situar algo de la historia de un convento de Romo, ya desaparecido, que en los años 50 fue utilizado por el grupo “Zasi Eskola” como lugar para sus ensayos, y que también vio en sus instalaciones la celebración de torneos de fútbol y pelota mano.

lunes, 26 de junio de 2017

DIEGO VALOR (EL CUENTO DE JUNIO DE J.J. RAPHA BILBAO)


Ya esta aquí, de nuevo entre nosotros un cuento de J.J. Rapha Bilbao, esta vez, como si de un salto en el tiempo se tratara, nos deleita con un titulo que recrea una fantasía de nuestra niñez, Diego Valor. Y sus páginas, como en el cuento, cual sonido sideral de estrellas rotas, pasarán ante nosotros con la velocidad de las sillas voladoras del viejo comic.

Solo que esta fantasía no ha salido de la radio de Doña Ascensión Iturbe, lo hace del manantial literario que es la imaginación de nuestro amigo J.J. Rapha Bilbao, y que en medio de estos días de calores insoportables, refresca nuestro cansado ánimo, alborozando nuestras tardes de estío al recordar las huellas del legendario cibernauta.


Para enlace cliquear: http://raphabilbao.blogspot.com.es/2017/06/diego-valor.html


miércoles, 21 de junio de 2017

SAN JUAN, NOCHE DE FUEGO Y MISTERIO



San Juan, noche de fuego y misterio, que entre las últimas luces del día más largo del año, vuelve a nosotros con los recuerdos de la niñez. Entre las brasas y el chisporroteo de los últimos rescoldos del fuego, atrae canciones que nos hablan de viejas tradiciones, de pantagruélicas comidas y brujas, de campas húmedas y jóvenes acarreando ramas, de txitus y zortzikos. De tiempos de ritos relacionados con la caza y divinidades, en los que con fogatas en campos y plazas, se rogaba a las deidades para que defendieran cosechas y haciendas, calmando las iras de desconocidas fuerzas de la naturaleza.

Antaño también utilizado como forma de reciclaje, de enseres viejos y apolillados y otros útiles que en las casas sobraban. Elementos que eran conducidos a las hogueras cercanas por niños y jóvenes adolescentes, formando grandes piras en puntos emblemáticos del pueblo, la “Campa de los caballos” junto al puente Bizkaia, la “Campa de Juan” junto a la cuesta Basabe en Areeta-Las Arenas, en santa Ana junto a Jolastokieta, en los arenales de la prolongación Amaya junto a Romo, la quizá más famosa por la fiesta que acompañaba en la “Campa de Alango”, o la del Barrio de Sarri en Getxo. Fiesta que va dejando paso, poco a poco, pero de forma inexorable, distantes lugares en el recuerdo.

El pasado año despareció la hoguera que se hacía en Malakate (Getxo), pese a que esforzados grupos de jóvenes trataron de iniciar pequeñas piras de cartones, la autoridad competente las retiraba. Ya solo va quedando como tradición la barbacoa que Itxas Argia ofrece a los vecinos, con sardinas, txistorra y chocolate, que tanta aceptación concita, a decir de las colas que suele provocar. La costumbre de los fuegos ha llegado a los Arenales de Arrigunaga donde los chavales recogen la zaborra que la ría ha depositado para hacer fogatas, saltar las llamas y brincar hasta que el cuerpo aguante. ¡Y es que las llamas, sus misteriosos tiros, el humo que sube al cielo, es la atracción más antigua que ha sentido la humanidad!


Quizás su lenta pero inexorable desaparición, viene precedida por el desvanecimiento de viejos hábitos de reciclaje. Ya solo se incinera como negocio. Acude a mi memoria el recuerdo de un viejo escrito de principios del Siglo XX, que decía: “…En el solsticio de verano, cuando el día es más largo, el prado se viste de verde, el monte se engalana con rosas y los árboles se pueblan de nidos. San Juan renueva bajo la noche serena, alumbrada por el brillo de las brasas, la fiesta que en las humeantes ascuas se cocinan en la lumbre las primeras patatas del año, húmedas aún, junto al rescoldo, donde se escuchan cadenciosos los últimos bertsos de esa mágica noche...” Y en tanto las hogueras, alrededor de las cuales saltaron durante la noche pubescentes bailarines, se extinguen con la última estrella de la noche, se escuchan los postreros gritos de los trasnochadores, ya rendidos camino de sus haciendas. ¡Qué alegres son cuando vienen, que tristes cuando se van!


Es curioso pero en una época llena de autoritarismo y represión, podíamos tomarnos pequeñas licencias que nos alegraban los días grises del final de las clases y el comienzo del verano. ¡Qué pena de fiesta! Para el próximo solsticio habremos dejado de contemplar a aquellos bulliciosos danzantes que iban y venían acalorados tras una larga y bulliciosa noche alrededor de las hogueras. De ellas tan solo quedarán recuerdos vagos, como de sombras chinescas recortadas sobre las tradicionales hogueras de San Juan. 

lunes, 19 de junio de 2017

EL ANCLA DEL PUERTO VUELVE A FLOTAR



A veces la casualidad trae a mi Blog entradas relacionadas con temas tratados con anterioridad, es el caso de “El ancla de Jenaratxu”. En mi entrada del pasado 3 de mayo del 2017 hablaba sobre un acontecimiento local, que animó a un grupo de jóvenes de Algorta a trasladar una vieja ancla desde “Túnel Boca” a “Jenaratxu”. Allí dormía el áncora olvidada, desde que en 1974 fuera depositada en esa localización, semienterrada a los pies de un bloque de arenisca, que en su parte superior tiene una placa que recuerda a Jenara Echevarria.

Pues bien, hace tan solo unos días una nueva iniciativa la “Auzokoen Eguna” (Fiesta del Vecino en el Portu Zaharra), de la mano de la “Asociación de Vecinos del Puerto Viejo de Algorta”, creada en el año 2013, ha venido a desenterrar sus restos y colocar aquella historia casi olvidada del barrio de Algorta, en un lugar y unas condiciones más dignas.


Amanecía el sábado día 17 de junio con una temperatura que auguraba un espléndido día, casi ya de verano, y desde primeras horas de la mañana la Asociación de Vecinos comenzaba los preparativos. Se habían dado cita a las 9:30 en los soportales de Etxetxu. Los primeros en llegar iban organizando la comida del medio día, los fuegos y cacerolas iban invadiendo el espacio festivo. El trabajo era intenso, había que pelar y trocear cebollas y pimientos; así como los tomates, cebolla y puerro, que enteros iban a la cacerola donde se iba a preparar el fume, junto a los restos del bonito, en otro cazuela se calentaban los pimientos choriceros. El pelado de patatas y troceado del bonito ya nos ponía en antecedentes de que el guiso iba a ser “Marmitako”.



El sukaldari Egoitz Herran cocinero aficionado curtido en muchos guisos, biznieto de la “Adivinadora” del Puerto Viejo, acompañado de Rosa Bernardo y otros a quienes pido disculpas por no acordarme de sus nombres, rápidamente dieron comienzo a la preparación del sofrito de cebolla y pimiento verde, base del marmitako, mientras Egoitz nos contaba que recientemente había cocinado más de 15 cazuelas con diversos ingredientes, en un restaurante de Lleida “Lo Celler de Cal´Herreu”, entre los platos que preparó había pisto, Alubias de Tolosa, Marmitako, Kokotxas de bacalao al pil-pil, sukalki, txipirones, patas y caracoles a la Bizkaina y otros platos de la cocina tradicional Vasca. La previsión de asistentes se acercaba a los 65. Mientras ese exquisito guiso se iba haciendo en ese histórico lugar que en su día fuera sede de la Cofradía de Mareantes de Algorta, el “Etxetxu”.


A las 11 de la mañana, mientras se daban los primeros toques al amaiketako, un grupo de vecinos capitaneados por Txema Pinedo “Txakari” y Josu Bretos, se dirigían hacia el parque de Jenaratxu; allí yacía enterrada el ancla que en la semana santa de 1974, un grupo de aguerridos jóvenes, vecinos de Algorta, decidieron rescatar.


Las labores de recuperación, ingeniosas y difíciles se iniciaron con la consabida discusión de las formas. Parecía que se estuviera repitiendo la de 1974, cuando se rescató de Túnel Boka. Ayudados de barras de tetracero consiguieron desenterrarla, luego tras depositarla sobre un palé de madera, que habían depositado sobre una barras de acero, con forma de rodillos: “...Algunos decían que eran técnicas de los antiguos egipcios...” Consiguieron desplazarla ayudados por barras, a modo de palanca, y con un final de sokatira digno de campeonato a los pies de la placa de arenisca sobre la que figura el nombre del parque, como homenaje a Jenara Echevarria.


En ese mismo lugar hicimos una fotografía al grupo de rescatadores. En el desentierro del ancla participaron con diferentes intensidades: A la izquierda del ancla, en la fila de arriba y de izquierda a derecha Alfredo Arenaza, Kimets Imaz, Jose Ignacio Amutio “Koti”, Jonatan Galin; debajo y de izquierda a derecha Cristina Roldan y Josu Bretos. A la derecha del ancla en la fila de arriba y de izquierda a derecha Txema Pinedo “Txakari”, Etor Sobrevilla y Juan Carlos Rico; debajo y de izquierda a derecha Iñigo Ardanza y Egoitz Herran.


El día transcurrió en medio de un ambiente extraordinario, el disjokey Jon Bretos, se encargó de amenizarlo con canciones del “Trío los Panchos”, “Los Guaitos” y otras canciones de época; de las melodías de Txistu se encargo el hijo de “Bocón”, Imanol Méndez; incluso el Párroco de San Nikolas Javi Garai acudió al evento. En opinión de algunos de los asistentes, referidas al repertorio del txitulari, comentaban entre bromas: “...Hay que mandarle a algún cursillo, todos los años toca lo mismo...”. El amaiketako, libre de colesterol, salvo por la ijada de bonito, estuvo compuesto por chistorra y beicon.


Mientras, los esforzados rescatadores y otros vecinos, daban rienda a la hora del poteo. Los curiosos, algunos venidos de las Islas Canarias y otros de otras Islas (Inglaterra), indagaban acerca de las evoluciones gastronómicas, y una pequeña exposición relacionada con el Abra y el mar, que estaba situada al pie del Etxetxu. Poco a poco las calles del puerto y la Plaza del Etxetxu se iban llenado de gentes de Algorta y otras de diferentes procedencias.


Ya se iba acercando la hora de la comida, y empezaron las maniobras de colocación de mesas y sillas a la hora prevista los vecinos convocados, además de otros que tuvimos el privilegio de compartir ese agradable día con ellos, fueron llenado las mesas, muy bien surtidas de ensaladas; el ambiente se iba caldeando, y al servir el Marmitako, que hay que decir que estaba inmejorable, comenzaron las primeras canciones entre bromas, alguna de ellas decía refiriéndose a las cantidades: “…mucha patata, aquí hay mucha patata…!” La fiesta continuó en medio de una atmósfera de camaradería, con una acertada presentación de todos los asistentes, que gracias a un altavoz iban diciendo sus nombres y de donde eran.


En las calles ya se adivinaba que al día siguiente se iba a celebrar el tradicional, en el Puerto Viejo de Algorta, día del “Corpus”. Los chicos de “Itxas Egurra Haizean” ya tenían instalado el bote que año tras años recuperan, y que bajan a hombros, por las escalinatas del barrio de pescadores. Se trataba del “Davy Jones” una pequeña embarcación de 1957, construida en Santurtzi, con vela al tercio y carel exterior. !Envidia, mucha envidia, al no poder acudir este año a la cita con esa entrañable fiesta de Algorta!.


Así terminó este agradable día, para mi, mientras los vecinos del Puerto Viejo siguieron su celebración, que ya vienen festejando desde hace años y que a buen seguro repetirán, por el ambiente y buen rollo que genera entre propios y extraños.



!Eskerrik Asko eta Zorionak, Auzokideei!

miércoles, 14 de junio de 2017

TXIRRI, UNA MONA REVOLTOSA



Habrá pocas monas en el mundo, que viviendo en un bar, se hayan hecho más célebres que la “Mona de Romo”. Se trataba de un espécimen de los llamados “Titis”. Tenía por nombre “Txirri”, y se hizo famosa por sus travesuras en los años 60. Pero previamente conoceremos el local en el que estuvo alojada, cómo llegó a él, y quienes la trajeron.

El local, una bodeguilla de vinos, situada en la calle Gobelondo de Romo, cuyo nombre fue “Vinos y licores Julian Santamaría”, establecimiento que en 1.965 abrieron Julian, su esposa Felisa y su hija Carmen. La bodeguilla tenía por mostrador unos toneles de vino, una balda alargada en su pared trasera hacía las veces de escenario por el que nuestra mona, realizaba sus cabriolas; su espacio interior lo ocupaban unos depósitos de uralita, apoyados sobre unas bases de ladrillo que servían para almacenamiento de vinos, que traía un camión cisterna.


Nuestra mona llegó al establecimiento de la mano del “Titi” y de “El Alemán”, apodos de dos clientes habituales del establecimiento. Al parecer estaban realizando unos trabajos en un chalet de Neguri, en el que habitaba nuestro bullicioso simio. Era un ejemplar de pequeñas dimensiones, de color gris oscuro y largo rabo, que había llegado a saturar a sus propietarios por sus continuas trastadas: era traviesa, gritona y muy astuta. Todo lo revolvía, por lo que sus dueños, hartos de sus travesuras, ofrecieron a ambos amigos que se la llevaran lejos.

Primero la llevaron al bar “Tudelilla”, donde José Mari, en la calle Santa Eugenia. La inquieta mona tiraba todo cuanto se ponía a mano, por lo que les indicó que se llevaran a tan revoltoso inquilino a otro sitio. A continuación la llevaron a su nuevo alojamiento, la bodeguilla de Julian. Allí recibió su nombre de guerra “Txirri”. Vivía atada con una fina cadena al cuello, sujeta a la pared, y correteaba sobre una barra de madera, que se hallaba situada tras los bidones que hacían las veces de mostrador. Aquel fue el hábitat de la mona, que con sus monerías causaba el regocijo de los clientes. Algunos afirmaban que los clientes alteraban a nuestro pequeño simio. Otros decían que era la propia mona quien los provocaba, mientras ellos reían sus gracias.


Cuentan que en más de una ocasión algún distraído cliente estuvo a punto de perder su cartera que llevaba en el bolsillo trasero de su pantalón. “Txirri” vació su cartera depositando con pulcritud en el suelo todo su contenido. Avisado por otros parroquianos, pudo recuperar sus pertenecias, !...“Txirri” era una carterista hábil y rápida..!. En otra ocasión una señora que acudía a comprar vino vio sorprendida cómo la mona, con un rápido movimiento, le chorizó un pendiente. Tuvo que ser el dueño, quien cogiéndola por detrás, le aplicó un buen correctivo, hasta que soltó aquella pequeña joya magullada por sus fuertes dientes. El perro de un comercio de comestibles de la calle Kresaltxu, también era objeto de sus travesuras. En cuanto lo veía entrar acompañado por su dueño corría hacia él para estirarle el pelo por lo que el can se resistía a entrar en el establecimiento de Julián.


Todos los clientes la conocían, sabían que era pillina y juguetona y reían divertidos sus ocurrencias, sobre todo por su habilidad para pelar cacahuetes, que degustaba con verdadera fruición. “Txirri”, junto a su dueño, sujeta por medio de una cadena, solía recorrer algunas calles del barrio, acompañando a su propietario, saludando cariñosa a los niños.

En ese establecimiento paso más de siete años, hasta 1.972, año en el que se acometió la reforma del local. Fue llevada a una bodeguilla de Karranza, allí murió; algunos decían que debido a unas aguas contaminadas que ingirió, pero quienes la conocían de cerca, afirman que fue debido a la cirrosis !Era una borrachina, asaltaba los vasos de vino con una rapidez y habilidad, digna de un malabarista!.


Pero su recuerdo cuajó en el barrio de Romo, y el establecimiento, tras su reforma, paso a llamarse “Bar la Mona”, aconsejado por el distribuidor de una marca de refrescos, que le hizo ver lo comercial y popular de su nombre. Hoy es uno de esos lugares de referencia que presta su nombre a la zona, antaño lugar de bailes para los mayores del barrio durante las fiestas.


lunes, 12 de junio de 2017

UN PASEO DESDE BILBAO, POR LAS ARENAS Y ALGORTA, A FINALES DEL SIGLO XIX y -II-



Cuando en la anterior entrada hablábamos de las fondas y casas que había en Las Arenas para hacernos una idea de como eran, solo citar alguna de ellas:

La primera que se encontraba nada más llegar, era la “Fonda Nueva de Las Arenas” que estaba dirigida por D. Francisco Aguirre Sarasua. El establecimiento estaba situado en un ángulo de la Plazuela (hoy Bizkaiko Zubia), su construcción se asemejaba a un chalet suizo. Tenía en la planta baja un espacioso comedor con mesa redonda y otro para servicios particulares; la administración, café, cocina, despensa, bodega, y otras dependencias. En los pisos superiores tenía 20 dormitorios con 2 camas cada uno, además de algunas salas y comedores, todos ellos bellamente decorados. Alrededor del edificio, en la planta baja, y comunicado con el salón comedor, se podía disfrutar de un extenso terrado, el cual permitía ver soberbias vistas de la ria, Portugalete, el mar y Las Arenas.


Frente a ella se encontraba la “Fonda del Tranvía”, que era dirigida por D. José Lazúrtegui. Contaba con varios comedores, cuartos cómodos y con muy buenas vistas, salón de café y billar. Delante de la casa se extendía un magnifico solar cubierto con plátanos y cercado de bancos de piedra. Tenía la virtualidad de que la música, de la que hablaba anteriormente, se situaba frente a ella.

Justo al lado de ella se halla la fonda de “Cecilia”. En su plata baja disponía de un precioso comedor y en los 21 cuartos de los que disponía la casa, se podían alojar hasta 80 personas, al igual que la anterior estaba muy cerca del quiosco de la música.


En el camino real (actual Areetako Etorbidea), a la izquierda, siguiendo la carretera que conducía a Algorta, se encontraba la cuarta fonda, esta era propiedad de los Sres Aguirre, se llamaba “Baños de Mar Bilbaínos”, de ella se decía: “...solo puede compararse con los primeros establecimientos balnearios de Europa...” La descripción de esta última instalación no podía ser más apetecible: “...Este magnífico establecimiento de baños, situado en el centro de la hermosa y pintoresca playa de “Lamiacó”, rodeado de fondas y chalets; y con el Tranvía de Bilbao hasta la misma puerta del edificio, consta de cuartos para vestir y desnudarse: de baño con pilas de mármol, donde se toman templados o calientes, a la temperatura que a cada persona convenga con la misma agua del mar, de chorro y lluvia. Los mencionados baños pueden tomarse, también, con algas marinas, salvado, mostaza, etc., teniendo en cuenta que estos son sumamente recomendados por los facultativos, para curar, además de otras muchas enfermedades, la propensión a catarros, los dolores reumáticos, la inapetencia, parálisis y fortalecer las naturalezas débiles...”


Al llegar a ese establecimiento no podía quedar sin admirar la gran Playa de Las Arenas, aquella a la que llamaban de “Lamiaco”. Sus espléndidas instalaciones bañeras que como decía la prensa bilbaína: “...pertenecian a la misma Galería, con casetas movibles y de las llamadas Ostende, pudiéndose tomar los baños de ola ó de impresión, haciendo la salida dentro de las propias casetas que entran en el mar tiradas por fuerza animal...” Las instalaciones, que ya he descrito en anteriores entradas, estaban a cargo de los Sres. Wolf y Andrés Larrazábal.

Pero detengámonos en como describía la prensa madrileña en 1882, la visión de la ría, sus margenes y el transito desde Sestao a Algorta: “…Los vaporcitos llevan y traen a los curiosos expedicionarios por la ria, por la que pasan en numerosas barcas repletas de géneros. No hacen ellos solos los viajes hasta el puerto, pues mientras que por la ribera derecha corren veloces los ómnibus del tranvía de las Arenas, atestados de gente, marchan también por lo alto, sobre la ribera izquierda, los del tranvía de Santurce. Pasando el peñasco del Fraile y el arroyo de Udondo o de Udia, se abre en la ribera derecha la vega de Lamiaco; al pié de las colinas de Lejona y ya frente a Portugalete y a los altos de San Roque y de Campanzar, a un paso del anchuroso Océano y de la peligrosa y combatida barra, se extienden las Arenas, con sus bonitos y múltiples edificios, con su animación característica, con sus muelles azotados por las olas, y con los elegantes palacios, y chalets de los señores Solaegui y García, desde donde la línea de la playa, al terminar la ría con una anchura de 160 metros por 8 de fondo, cambia hacia el NE. por el arenal de Guecho hacia la punta de Begoña y el pueblo de Algorta...”


Seguía el trayecto ascendiendo por aquel camino real dirección a Algorta. Atravesaba la Avanzada hasta llegar a la curva de San Ignacio. Fue en julio de 1.878 cuando se puso la primera piedra de esa iglesia. El recorrido iba dejando a su paso esplendidas casas de navegantes o indianos, las llamadas casas algorteñas, muchas hoy desaparecidas, algunas de bella construcción era el caso de los edificios de D. Luciano Alday, la de D. Eladio Sustacha, la de Asensio Inchaurtieta o la de D. José Antonio Uriarte. La casa “Bide Aurre” de 1.880 a su paso por Tellagorri. Tras ellas se llegaba al centro de la población la “Plaza de San Nikolas”. En ella se alzaba un precioso conjunto arquitectónico: la Iglesia de San Nicolas, que fue inaugurada en 1.863, a su lado la escuela y la casa ayuntamiento. Desde ella, al igual que en Las Arenas, se podía divisar el Abra, que como decían en 1.880 “...presenta el Abra de Bilbao una figura semi-elíptica, cuyo eje menor total desde la Galea a Ciervana, tiene tres millas de distancia, y su semi-eje mayor, desde, la barra al frente de la Punta de Galea una y media millas. Su profundidad es crecida, no bajando de 80 pies por término medio; pero se amengua rápida y considerablemente hacia la barra, formada de enormes bancos de arena que la cierran de costa a costa….” De la misma afirmaban sobre su peligrosidad: “...es un banco de arena que partiendo de Algorta va a parar a Santurce, cerrando con semicírculo de espuma la especie de abra que ha formado la ria al precipitarse en el mar. Y que cada vez que un buque se acerca a la misma, buscando refugio en Portugalete o en la entrada en la ria, el corazón se oprime ante aquel albur, en el que se juegan la vida los navegantes...”


Acerca del aspecto que ofrecía esa Algorta de finales del Siglo XIX, nos da una idea, como nos la describía un viajero venido de otros lares: “...Este pueblecito está formado de casas construidas sin sujeción a ningún plano, de tal manera que la fachada de algunas de ellas da frente a la zaguera de la más inmediata. La única calle que tiene forma regular o irregular es una senda tortuosa que arranca desde el puerto hasta la cúspide del promontorio, sumamente larga, costanera y mal empedrada; pero a pesar de esto, hay en ella muy buenas casas. Este desorden toma origen en el espíritu independiente de los algorteños, hombres de mar casi todos, antiguos capitanes de buques mercantes, dedicados a la navegación de las Antillas, del Pacífico, de los mares más apartados y de las costas de Guinea, que se retiraban a sus lares después de recoger el fruto de su azarosa profesión…” Algorta tenía según su particular visión: “...los restos de tres castillos mandados construir por la Diputación General y por el Consulado de Bilbao en los Siglos XVII y XVIII, para contener las invasiones de los corsarios ingleses que merodeaban nuestras costas, reparados y artillados durante la guerra de la Independencia...”


Comentario que contrastaba con lo descrito en dos artículos de D. Antonio de Trueba, publicados en el “Noticiero Bilbaino”, uno el 24 de octubre 1.881 en el que describía nuestro barrio de la siguiente manera: “...A todo el forastero que dirige la vista a la desembocadura del ibaizal en el mar, llama extraordinariamente la atención aquel pueblo en cuyo blanco y numeroso caserío se dilata la ribera derecha sobre las rocas marinas…, una rica, alegre y populosa población..., porque lo que parece, que toda aquella serie de hermosas casas interpoladas de jardincillos, han de ser obra de mucho tiempo y muchas vicisitudes…” 


Y remataba su opinión el lunes 7 de agosto de 1.882 cuando decía: “...Hoy Algorta, vista desde lejos, parece una hermosa ciudad, a la que ni siquiera falta la torre de una catedral que la señoree..., donde se dilatan tierras labrantías admirablemente cultivadas, arboledas y multitud de caserías dispersas en verdes colinas y llanuras…, al frente de la gran fonda San Ignacio se dilatan los ondulantes y lozanos maizales, los viñedos y los huertos. Dentro de la misma población, las frondosas parras sombrean los atrios de las casas, y los jardíncillos interpolados con estas, envían su alegría y sus perfumes a las habitaciones. Puede decirse que Algorta solo tiene una calle, pero esa calle, por su extensión, por la hermosura de sus edificios y por su alegría, equivale a una ciudad. Entre las casas, que ascenderán a 200, la mayor parte de ellas están habitadas por familias de bravos marinos. En Algorta habrá pobres, pero parece un pueblo exclusivamente de ricos, por que allí todo es blanco, limpio, risueño, y nada parece pobre…” Así que parece que todo dependía de los ojos con que se mirase a esta población.



Esta era la visión de aquel delicioso paseo desde Bilbao a Algorta, pasando por Las Arenas, de finales del Siglo XIX.

jueves, 8 de junio de 2017

UN PASEO DESDE BILBAO POR LAS ARENAS Y ALGORTA A FINALES DEL SIGLO XIX -I-



Con la llegada del buen tiempo parece que apetece dar un paseo por el Pueblo, así que nos adentraremos en uno de largo recorrido: imaginemos un paseo por Las Arenas y Algorta a finales del Siglo XIX, y como lo hacía la sociedad más cosmopolita bilbaína, lo que nos permitirá obtener una imagen de cómo era una parte de nuestra población en aquellos años. Tendríamos que empezar por los escasos medios de comunicación de la época para trasladarnos desde el Arenal, por la margen derecha de la ria del Nervión o bien por esa misma ría.

Pero veamos cómo eran las comunicaciones tan solo un poco antes de ese final de siglo. Un poco antes, en 1.864, se acababa de realizar un censo de carros y carruajes en Getxo; existían 136 carros registrados, mas otros 25 tirados por mulas. Los desplazamientos en 1.865 por algunas zonas de Getxo eran dificultosos, incluso no estaban exentos de cierto riesgo. El área comprendida entre La Avanzada y Lamiako era una extensa vega con grandes arenales. Por esas fechas para trasladarse de Algorta a Portugalete era necesario utilizar un barco que recorría aquellos angostos lugares, el desplazamiento se realizaba a través de los ríos que la circundaban, en aquella zona de arenales el “Gobela” se unía al rio “Kresaltzu”, y a su vez ambos al “Udondo”, finalizando su recorrido la ria del “Nervión”. Hasta el año 1.859 no había camino entre Las Arenas y Algorta, y era preciso atravesar por el arenal de la playa.


En 1.872 se construye una línea de tranvía por tracción animal, por caballos, que comunicaba Bilbao con Las Arenas; en 1.875 se amplía el servicio hasta Algorta, en 1.876 debido al aumento de veraneantes, se crea un tranvía tirado por caballos, que discurría desde la Avanzada, por el Camino Real, hasta la plaza de San Nikolas; en 1.887 se produce la electrificación de la línea; en 1.896 se construyen las cocheras del tranvía en Areeta-Las Arenas.

Otra de sus vías de comunicación era el ferrocarril de Bilbao a Las Arenas. Se puso en marcha el 1 de julio de 1.887, promovido por la familia Aguirre en un Getxo que en ese año, tan solo contaba con una población de 2.651 habitantes. Y el Puente Bizkaia que unió ambas márgenes de la ria llegaba en1.893.


Una vez vistas estas fechas, veremos como describían las comunicaciones en 1.878: “…Un tranvía, varios coches y vaporcitos de ria son los medios de locomoción que puede usar el viajero que desee visitar los pueblos aledaños...” El tranvía recorría toda la margen derecha del río Nervión, una extensa zona de 12,791 kilómetros; al llegar a Las Arenas seguía por la carretera hasta la Avanzada (Algorta). Ese medio de locomoción había venido a llenar un gran vacío para comunicar Bilbao con las zonas entonces de moda de Las Arenas. Las obras como decía anteriormente empezaron en setiembre de 1.876.


El trayecto recorría un terreno llano, de deliciosos paisajes, cuyo mayor contraste era el continuo movimiento de la ria con sus vaporcitos subiendo y bajando desde el Abra hasta los muelles bilbainos. Aquello hacía de aquel trayecto un precioso paseo, que por su duración resultaba una auténtica aventura, y cuyo precio, 3 reales en primera y dos en segunda, en elegantes coches, hacía que dicho trayecto resultara asequible para algunos visitantes. La empresa tenía 32 coches y un número suficiente de caballerías.



La estación del tranvía está situada en la calle de la Estufa (Bilbao), de donde salían los tranvías, todos los días, para Las Arenas a las 5, 6, 6:30, 7, 7:30, 8, 8:15 y así sucesivamente cada cuarto de hora, hasta las 19:30 de la tarde, mas otro a las 20:00. Mientras que desde Las Arenas hacia Bilbao lo hacían desde las 6:30 de la mañana, hasta las 20:30 de la noche, cada cuarto de hora.


El recorrido como decía anteriormente era delicioso desde el momento de su salida y tras pasar por la Sendeja, el tranvía se adentraba en el Campo Volantín, allí, tras las casas de los Ibarra, se encontraban las cocheras y caballerizas del tranvía. Al final del Campo se veía la impresionante fábrica de conservas “La Begoñesa”, propiedad de los Sres. Barroeta y Echevarría. Muy cerca de esa fábrica concluían los límites de Bilbao, y el carruaje se adentraba en la anteiglesia de Deusto. El tranvía seguía su trayecto por esta ribera dejando a su izquierda la casa de Beneficencia, bajo ella un magnifico dique y un poco mas adelante la ermita de San Nicolás. Al final de la rivera, y cerca de la capilla-escuela para niñas pobres, se encontraban fondeados los buques que por su calado no podían subir hasta Bilbao.


Al llegar a Lutxana aparecían los cargaderos de “La Orconera”. Era el momento de adentrarse en el territorio del “Desierto” (Erandio), en el se encontraba la fabrica de hierros de “El Carmen” propiedad de los Ibarra, pasada la fábrica, se aparecían los cargaderos de mineral del ferrocarril de Triano, perteneciente a la Diputación de Bizkaia. Desde ese punto ya podía verse, a lo lejos Portugalete y la playa de Sestao. Ya faltaba poco para adentrarse en la magnifica vega de Lamiako, propiedad de los Aguirre. En ella varios particulares habían levantado preciosas casas de recreo que en el recorrido se iban dejando atrás, a la derecha del Tranvía.


Y ya entrábamos en Las Arenas, decían: “...lugar de reunión de la juventud bilbaína que viene aquí a disfrutar de las mil delicias que proporciona tanto su situación como los esfuerzos que los residentes en esta hacen para atraer al forastero…, la vida allí es alegre y cómoda, no digo barata, y los elegantes de Bilbao acuden con frecuencia, particularmente los días festivos...” En esas palabras está implícito que la alegría y el bullicio era para quien se lo pudiera pagar. El barrio estaba animado durante el verano por una banda militar que los jueves y domingos actuaba, contratada por la Compañía del Tranvía, sus afamadas fondas y la Galería de Baños de Mar Bilbainos.




En la próxima entrada atravesaremos nuestro pueblo, siguiendo el camino real, hasta llegar a Algorta.