lunes, 14 de noviembre de 2016

LAS CANTINAS ESCOLARES EN GETXO -II-



Al terminar mis entradas sobre la vida en Getxo durante 1932, me he dado cuenta que en algunas ocasiones mencionaba a las “Cantinas Escolares”. Recordar que esas cantinas se hicieron para atender a niños cuyas familias no tenían medios. Y que los primeros programas de alimentación asociados a la enseñanza tuvieron su origen en acciones caritativas de personas con altos niveles de renta.

Y a pesar de que sobre ellas ya hablé en mi entrada “Las Cantinas Escolares en Getxo” de agosto del 2012, al hacerlo dejaba un poco diluidos algunos de los aspectos de las mismas. Sobre todo las condiciones sociales que llevaban a demandar aquel servicio. Y es por eso que vuelvo a traerlas a estas páginas.
Ya desde primeros de año, en 1929, la precariedad en las vidas de muchos vecinos, llevaban a tener que recurrir a la beneficencia. Prueba de ello es que en el vestíbulo del Ayuntamiento, y ante el alcalde, D. Juan L. Prado Mathurin, concejales y señores de la Junta de Beneficencia, se repartieron ropas y calzados a los niños pobres de la localidad. A la vez se inauguraban en el barrio de Santa María las Cantinas Escolares. La misma prensa decía: “...No ha de sobrecogerse acaso nuestro ánimo al oír que por haber hambre y frío, reclaman, en el día de los Reyes Magos, alimentos y abrigo pobres niños, asilados o no, que antes pedían juguetes..., y mientras suena como mágica la palabra Bolsa..., el oído del modesto empleado o del sufrido trabajador..., cada vez que el módico sueldo y el jornal irrisorio han de librar batalla con el precio inusitado que alcanzan los artículos llamados de primera necesidad, en cuya lista, no sólo está el pan..., conduce a alarmantes situaciones...”

En las escuelas de Las Arenas para poder acceder a esos comedores escolares se ponían como elementos a considerar: que la alimentación del niño en su casa fuera insuficiente por carecer de recursos; la edad, siendo preeminente que fuera de menor a mayor; la asistencia regular a clase, el comportamiento y la higiene. Se aconsejaba que previamente se les realizara un examen médico, así como suministrarles en caso de carencias: reconstituyentes, glicerofosfatos y emulsiones. Se recomendaba suministrar a aquellos niños: como calzado “becerro negro”, se llamaba así a las botas de agua y capas de lana impermeables.


El día 11 de diciembre de 1928, el Alcalde de Getxo D. Juan L. Prado Mathurin, envió una circular a los centros escolares del municipio para que los centros enviaran una relación de los niños que acudían a las escuelas, indicando los que fueran sujetos de auxilio por la pobreza de sus familias y la distancia que tuvieran que recorrer para asistir a clase. Y es a partir de los resultados de esas relaciones, y de las situaciones que reflejaban los listados, que podemos ver la precariedad en la que vivían muchos getxotarras:

Solo en las escuelas de Santa María de Getxo eran 53 los niños para los que se solicitaba auxilio; en las Escuelas de Zabala (Algorta) eran 35 los niños para los que se demandaba aquella ayuda; de las Escuelas de la Fundación Cortina (San Martin-Algorta) 9 eran los necesitados; en las de San Ignacio se atendía a 21 niños; en las de Las Arenas ascendía a 41 el número de niños, cuya procedencia era de los distintos barrios (Santa Eugenia, Santa Ana y Las Arenas), la mayoría de niños necesitados eran de la Vega de Santa Eugenia; también el hospital Hospicio de Algorta formaba parte de aquellas cantinas escolares, El número era excesivo, por lo que la alcaldía envió otra circular, en la que se les recordaba que las características de los niños hacía quien se dirigía aquellas ayudas, las mismas eran para niños pobres y que asistieran con puntualidad a la escuela; quedando exceptuados los hijos de propietarios, a quienes se consideraba miembros de familias acomodadas.

La cantina escolar de Las Arenas fue atendida por la vecina del barrio Dña. Águeda Mendaza. Los menús constaban fundamentalmente de legumbres (Alubias, garbanzos y lentejas), a los que se les podía añadir patata y chorizo; los segundos platos solían constar de carne, excepto los martes y viernes que eran de huevo; los postres se alternaban el membrillo con las galletas y la fruta. Aquellos menús se servían todos los días de la semana, sábados incluidos. Algunos productos, que los médicos indicaban para los pequeños, eran “Tetrarcal” y “Phasfe”, que tenían en sus componentes calcio, indicado para los problemas de hipotiroidismo, que era endémico en la época.

Las cantinas dejaron de funciona, temporalmente, una vez transcurrieron los días que estimaron más crudos del invierno, según decía, el secretario de la Junta Local de Enseñanza, en un escrito del 26 de febrero de 1929: “...En atención a que por la época en la que se encuentra la temporada invernal, es de presumir que ya han transcurrido los días de mayor rigor..., a partir del día primero de marzo dejan de funcionar las Cantinas Escolares en este Ayuntamiento...”

También fueron lugar de visita de los benefactores, quienes solían acudir a ver su obra. El martes 15 de enero de 1929, se solicitaba la ayuda de diversas familias pudientes del Municipio, a quienes se remitió una carta indicándoles la posibilidad de asistir, al comienzo de dicho servicio: “...por si gustase de presenciar el acto de reparto de la comida a los niños de la citada Cantina...”

Esas “Cantinas Escolares” siguieron funcionando a lo largo del año 1934 y 1936. Durante 1934 la frecuencia de funcionamiento fue de 83 días en todos los centros. Las asistencias a las mismas se cifraban en: escuelas de Santa María 50 niños asistentes; escuelas de Zabala, 60 niños; escuelas de San Ignacio 66 niños y escuelas de Las Arenas, 60 niños. Las mismas provocaron unos gastos de 9.162,40 pesetas, gastos que fueron sufragados mediante aportaciones de benefactores y por el consistorio.


Las compras realizadas a lo largo del año nos hablan de algunos de los comercios existentes en Getxo cuyas facturas podemos observar sobre estas lineas. Entre los mismo se encontraban:

Panaderías: “Viuda de Aguirre” cuyo despacho estaba en la calle Las Mercedes de Las Arenas; “Panadería la Algorteña” de Juan Azcorra, cuyo establecimiento estaba en la Avenida Basagoiti; “La Amistad” de Angel Astorqui, cuyo despacho estaba en la Avenida de Algorta.

Ultramarinos: “Lorenzo Berecibar” que tenía establecimientos en la Avenida Basagoiti de Algorta y en la calle La estación de Las Arenas; “Candido Rosáenz”cuyo establecimiento estaba en la Avenida Basagoiti.

Carnicerías y tocinerías: “Marcelino Zabala” que estaba en la Plaza del Mercado de Las Arenas; “Ignacio Zalvidea” que tenía su establecimiento en la Avenida Basagoiti; “Gabriel Teneria” cuyo despacho estaba en la Avenida de Algorta (Frente al Casino).

Fruterías: “Toribio Aldonza” que tenía su tienda en la calle Paulino Mendivil de Las Arenas; “Manuel Lamiquiz” que tenía su establecimiento en la calle Urquijo de Las Arenas.

Carbones y antracitas: “Alfredo Valdemoro” cuyo establecimiento estaba en la calle Juan Bautista Zabala de Algorta; “Carbones Neguri” que estaba en el barrio del mismo nombre.

Otros establecimiento eran: “Coloniales Sebastian de la Fuente” cuya tienda estaba en la Avenida Basagoiti; la cacharrería cristalería de “Miguel Reparaz” cuyo establecimiento estaba en la Avenida Basagoiti.

En 1936 se elaboraron unas relaciones de aspirantes a beneficiarios de las mismas y las hojas de solicitud de inclusión, las cuales además del número de niños atendidos nos ofrecían una fotografía de la situación económica de aquellas familias. La cual podemos comparar con los precios de mercado existentes: Alubias: 1,70 pesetas el kg; Lentejas: 1,40 pesetas el kg; Garbanzos: 1,20 pesetas el kg; Patatas: 0,25 pesetas el kg; Arroz: 0,75 pesetas el kg; Aceite: 1,75 pesetas el lt.

Y mientras los alcoholes, las bodegas vinícolas y otros “valores” cotizaban en la bolsa sobre las 800 pesetas, los salarios de las familias que demandan ayuda eran de miseria. Los precios, incluso en el mercado de Las Arenas, eran excesivamente altos, lo que obligó a principios de año a tomar cartas en el asunto a la Junta de Administración del mercado de Abastos de dicho barrio, estudiando establecer la fijación de precios. Para poder comparar la diferencia entre salarios y precios baste este pequeño apunte: Según la Junta provincial de Abastos, el precio de las vainas estaba a 3 pesetas el kilo; las cebollas a 0,80 la docena; las naranjas a 1,20 docena; las manzanas a 2; los huevos frescos 2,30 la docena; las patatas nuevas 0,75 kilo; las gallinas a 6,50 la unidad; los pollos 6; los conejos a 3,60; la merluza a 6,40 kilo.


En los listados de los solicitantes de auxilio que se elaboraban, aparecían datos que nos hacían ver la penosa situación por la que pasaban muchas familias. Se daban casos de familias numerosas, como la de un pinche de la Delta, compuesta por 15 miembros, de los que tan solo uno tenía trabajo y sus ingresos eran de 3 pesetas al día; en otros casos el trabajo era de dos días semanales. Otros casos, parecían más afortunados, ya que de los 8 miembros de la familia, dos trabajaban, obteniendo unos ingresos netos de 16,50 pesetas diarias. Mientras que de otra de aquellas familias compuesta por 7 miembros, solamente el cabeza de familia tenía trabajo, obteniendo unos ingresos de 8 pesetas diarias. Algunas familias, como una cuya residencia estaba en la Vega de Santa Eugenia, compuesta por 7 miembros, tan solo uno de los hijos tenía empleo como aprendiz en Talleres Urquijo, por lo que recibía 2 pesetas diarias. Mientras que en otra de la misma Vega, compuesta por 6 miembros, todos ellos estaban en paro. Incluso en algunos casos, eran los hijos más jóvenes quienes, siendo 6 de familia, podían aportar al sustento de la prole 3 pesetas diarias, y la madre sirvienta 1 peseta diaria. Muchas eran las profesiones, cuyos emolumentos no subían de las 3,5 pesetas diarias, era el caso de una panadera del Puerto. Quizá el caso más sangrante que aparecía en los listados, fuera el de una familia de 11 miembros, residente en la calle Sarricobaso, cuyos ingresos tan solo ascendían a 1 peseta diaria.


Como decía al principio, el mantenimiento de las Cantinas Escolares de Getxo fue posible gracias a las ayudas de beneficencia y a los esfuerzos municipales. En relación con la beneficencia, en la fotografía superior se pueden ver los nombres de algunas familias económicamente pudientes, que colaboraron con el mantenimiento de los comedores municipales en los años treinta. La historia a veces parece reescribirse, hoy, ochenta años después, y sin que se llegue a aquellos niveles de pobreza, cientos de familias vuelven a sentir el zarpazo de la exclusión social. Y como decía un articulo de un diario bilbaíno de 1935, al referirse a aquella lacra social: “...la trascendental importancia del paro obrero en la formación de las futuras generaciones, genera efectos sobre la infancia..., y no se podrá exigir por la fuerza orden y moral, honradez y sacrificio a quienes han vivido en el antro del dolor...” 

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