lunes, 9 de marzo de 2015

LA NACIENTE POBLACIÓN DE BAÑOS -II-




Retomando “La naciente población de baños”, de la que hablaba en mi entrada del 5 de Marzo, a lo largo de los próximos días iremos viendo cómo la élite de la sociedad se asentó en nuestros arenales. Además la llegada de nuevas gentes atraídas por esa novedosa actividad, que visitaban con regularidad nuestro barrio, se asentaron en él siguiendo la estela de los ya llegados, y cómo la prensa recogía las noticias.

Durante 1886 podíamos leer noticias recogidas en los escasos medios de la época. Entre los establecimientos balnearios estaban los “Baños de Mar Bilbainos” de la familia de Máximo Aguirre (1869), el ya próximo a nacer de Felipa Bustingorri (1888), ambos en Areeta-Las Arenas. Los de Algorta, “La Perla” lo haría en 1886 y años más tarde el de “Igeretxe” (1913).

El desarrollo industrial generaba que algunos grupos sociales dispusieran de mas tiempo libre, la contaminación de los grandes núcleos urbanos, provocó que esos grupos buscasen lugares menos castigados, especializados en la oferta de servicios de tiempo libre, para las nuevas élites burguesas.


En Getxo, el barrio de Las Arenas jugará un papel importante en la nueva forma de ocio. Será a partir de la urbanización de los arenales, que comenzó en la década de los sesenta del XIX, cuando se configuraría como una estación de baños de referencia, durante las temporadas veraniegas. Su centro neurálgico fue el edificio de los Aguirre. Así, esa vida de holganza comenzó a desarrollarse en nuestros barrios.


A ello colaboró de forma activa, los nuevos tratamientos aconsejados por la medicina. Eran muchos los galenos que aconsejaban los mismos, tanto para niños como mayores. En 1850 en una publicación de Vicente de Urquiola, titulada Manual de Baños de Mar”, dicho galeno decía: “...El uso de los baños de mar generalmente harto desconocido o desestimado entre nosotros. La boga, de que hoy goza justamente, no procede del espíritu de la moda, sino del convencimiento tan íntimo como general, que hay entre los médicos, de los beneficios que con ellos reporta a humanidad. Su utilidad es incontestable y se halla demostrada por, la afluencia cada vez mayor de las gentes que vienen a las orillas del Océano Cantábrico en solicitud de alivio y curación de sus males...”.

Otro de esos terapeutas, el Dr. Gaudet (Médico Inspector de los baños de mar de Dieppe), también en 1850 señalaba sus benefactoras cualidades, y refiriéndose a los más pequeños decía: “...Que los baños de mar son mi agente terapéutico poderoso, lo prueba la generalidad con que en el día se ponen en uso contra diferentes enfermedades, entre estas el raquitismo y las escrófulas, tormento de la infancia...”.

Por otro lado en 1877, el medico catalán A. Bataller, en su “Guia del bañista o Reglas para tomar con provecho los baños de Mar” decía a cerca de ellos: “...el uso de uno de los más potentes recursos con que cuenta la higiene para influir sobre nuestro organismo, modificando ventajosamente sus órganos y funciones, a fin de conseguir su objeto, que no es otro que la conservación de la salud: este poderoso agente es el baño de mar...”. Aunque más adelante reconociera que: “...No negaré que haya quien pase una temporada en el litoral sin necesidad y sólo por pagar tributo a esta costumbre, cada día más en boga...”.

Sumando a esto el atractivo de una zona aún sin explotar, la necesidad de nuevas sensaciones y la salida de la rutina, fueron los factores que influyeron en la sociedad que podía permitírselo. Y el barrio fue poco a poco acondicionándose para servir a esos señores. Es curioso ver la estadística que años antes (1875) se realizaba sobre las expectativas de vida. Se afirmaba que había crecido de un modo notable. Los datos que la prensa ofrecía eran los siguientes:

Durante el siglo XVII, la esperanza de vida era de 23 años.
Antes de 1789 era de 29 años y nueve meses.
En 1817 era de 31 años y ocho meses.
En 1834 de 34 años.
En 1875 de 40 años.


En esa época aconsejaban proscribir los excesos, habitar climas sanos, mantener costumbres sencillas, la vida familiar, los “trabajos moderados”, y sobre todo desterrar los placeres abusivos ¿A qué se referían aquellos columnistas, que achacaban a las malas costumbres, el origen de la mayor parte de las muertes prematuras?.


Así que mientras las clases más deprimidas (la mayoría), sufría los embates del rigor de aquellos “malos hábitos”, viendo sus expectativas de vidas reducidas, los favorecidos por la diosa “fortuna”, se solazaban en los elegantes salones de los balnearios, disfrutando de sus paseos y baños, de sus bien servidas mesas, también de la gran playa de Las Arenas. Para ello la prensa Bilbaina ejercía como mesalina de aquellos vicios, que solo unos pocos podían darse.

Como curiosidad relativa a sus banquetes estaba la noticia que el 4 de Marzo de 1875 aparecía en un diario, la pesca de angulas en la cercana villa de Bilbao había sido ese día tan abundante, que llegó a venderse en la plaza del mercado a 6 reales la libra !Quien las pillara!. Por otro lado las comunicaciones mejoraban rápidamente, se anunciaba la colocación de un segundo cable subterráneo entre el amarre del submarino en Las Arenas y la estación telegráfica de Bilbao.


El transporte por carretera, a pesar de las precarias condiciones de las mismas, también mejoraba. Las comunicaciones entre Bilbao y Las Arenas se realizaban en coches tirados por caballos. El 10 de marzo se anunciaba en la prensa, que el servicio de coches tirados por caballos salía de la calle Los Fueros esquina con el Boulevard, junto a la tienda “La Bota de Oro”. Los horarios de salida eran desde las 6 de la mañana hasta las 17 de la tarde, cada hora, el precio del billete de ida era de 2 reales. Según parece algunos de los medios de transporte eran lo que se llamaba “ómnibus” (carruajes tirados por caballos con doce asientos). Durante el verano (agosto), con motivo de la temporada de baños aumentaban su frecuencia. Tenían su salida desde Bilbao hacía Las Arenas cada media hora, desde las 6 de la mañana hasta las 17 de la tarde. El precio del billete era de 3 reales. Era habitual que muchos bilbainos se trasladaran a Las Arenas y Portugalete, para disfrutar de las playas, y los múltiples atractivos que ambas poblaciones ofrecían a los vecinos de la villa de D. Diego. En algunos casos era tal la afluencia que por falta de transporte para la vuelta, se veían obligados a pernoctar en las localidades costeras.


Pero esperemos un poco y veamos alguno de los hábitos de aquella clase dominante. Ya en 1875 se anunciaba un servicio de vapores marítimos entre Bilbao y Baiona, a bordo del vapor Elvira, que estaba fondeado en Olabeaga. Se realizaban tres salidas mensuales entre ambos puertos. Por sus precios, 200 Rvn. (reales de vellón) en primeras cámaras, y 100 Rvn. en cubierta, se podía advertir que aquellos viajes no estaban al alcance de todos los pobladores de Bilbao y sus entornos. Mientras, llegaban noticias de las guerras Carlistas, y quizá como burla de algunos de aquellos contendientes, reflejaban el 6 de junio de 1875 la siguiente noticia: “...En la última exposición de burros verificada en Londres, ha ganado el premio uno de estos animales llamado Don Cárlos...”. En la prensa diaria, hablaban de que 15 vapores que realizaban la ruta entre Santander y Sokoa. Resultaba curiosa la publicidad referida a los vapores que hacían el trayecto entre Bilbao y la Habana, en la misma se decía: “...Se admiten pasajeros, a los que en todo el viaje, se les dará carne y pan frescos...”. En Agosto de aquel año, relacionado con aquella nueva moda de los baños de mar, se anunciaba: “...En la nueva fonda situada en Portugalete, en la primera manzana del Muelle Nuevo, se admiten bañistas para la temporada del mes de Septiembre...”. Aquel furor veraniego cruzaría la ría afincándose en nuestros barrios.

El 14 de marzo de 1876 aparecía publicado en la “Gaceta de Madrid” una Real Orden en la que el Director de Obras Publicas C. Toreno daba cuenta de la autorización concedida a Eduardo de Aguirre, para construir en Las Arenas (Getxo) un Balneario. Volvía a repetirse esta noticia esta vez el 9 de julio de 1878, y quien solicitaba la autorización era Narciso Goiri, para la construcción en Las Arenas de un Balneario. Un año más tarde sería Alejandro Maria Meñaca quien solicitaba un permiso similar, para construir otro balneario, esta vez en la playa de Ereaga de Algorta.

En la siguiente entrada seguiremos viendo nuevas informaciones, que nos acercaban a la vida de nuestros barrios, relacionadas con ese turismo que instaló sus haciendas en nuestro municipio.



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