viernes, 20 de julio de 2012

LAS TIMOTEAS, UN LOCAL DE MULTIPLES USOS DE ALGORTA


Las Timoteas dos hermanas de Algorta, Maria Florencia Onagoitia Larrauri nacida el 22 de Octubre de 1894 y Maria del Carmen Juana Onagoitia Larrauri nacida el 7 de Febrero de 1897, sus padres eran Teodoro Onagoitia Besoita-Ormaechea, natural de Berriz (1856) y Timotea Larrauri Artaza, natural de Laukiz (1855), contrajeron matrimonio en Algorta el 1 de Febero de 1894. La madre de las Timoteas estuvo casada en primeras nupcias con Dionisio Basauri Uriarte, de quien tuvieron dos hijas Jesusa y Antonia.


En Algorta hay lugares que los mayores guardan para el recuerdo, del que voy a hablar era un clasico, local polivalente, estaba regentado por las hermanas Mari Carmen y Florencia “Las Timoteas”. Este local estuvo situado en la esquina de las calles Amesti con la Algortako Etorbidea, hoy es una joyeria.


La casa donde estaba situado el local era propiedad de su madre Timotea Larrauri, aunque las herederas fueron las hijas habidas del primer matrimonio de Timotea, alli nacerian, en el segundo piso, en una habitación que familiarmente llamaban “el paritorio”, gran parte de la saga de los Baez, familiares estos de las “Timoteas”.


Las timoteas eran dos mujeres muy guapas, altas, de familia muy nacionalista, trabajaron en su juventud en Igeretxe como planchadoras. Tuvieron sus novios, Florencia uno que fue Capitan de la Marina Mercante, pero se ahogo, la otra Mari Carmen, tambien tuvo un novio medico de profesión, pero ninguna relación prospero por diferentes motivos, asi que nunca se llegaron a casar.


En esa tienda se vendía de todo un poco, como antiguamente en todos los negocios de ese tipo, se vendian comestibles, alpargatas, velas, cazuelas de barro, pero a su vez servia como correos, telégrafo, teléfono público y a la vez el local funcionaba como taberna, en la esquina del mostrador siempre tenian una lata con galletas “Maria”.



Alli podias comprar alubias, garbanzos, harina, lentejas..., ademas de tomar un vaso de vino, que por cierto era de los pocos del pueblo sin bendecir, al menos esos dicen los mas antiguos.


¡Qué tiendas más bonitas! eran aquellas, tan familiares, donde las tenderas se sabían la vida y milagros de casi toda la parroquia. Tiendas que eran punto de encuentro social, con ese olorcillo tan especial, con el papel de estraza donde hacian las cuentas, con un lápiz enganchado a un cordel o puesto en la oreja, para no perderlo.

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